Lisa tiene ahora 12 años de edad, estudia 1ºESO. El motivo por el que ha venido a la consulta es, según su padre, para ayudarle a «desengancharse» de un juego online al que ha llegado a dedicarle 10 horas diarias durante el verano.
Para Lisa, el motivo de consulta es ese y otro que a ella le preocupa más, y que en la primera sesión no se atreve a verbalizar. Lisa, en la sesión individual, después de haber establecido un vínculo de confianza, comenzó a contarme lo que le pasaba, principalmente, le agobiaban las discusiones diarias con su padre. La relación con su padre le estaba proporcionando mucho malestar, hasta el punto de generarle pensamientos autolíticos.
La vuelta al colegio este curso ha sido dura para Lisa, después de haber pasado todo el verano con la familia materna. En ese espacio de tiempo ha habido un cambio importante para Lisa, ha dejado de salir, ha desconectado totalmente durante los tres meses, no ha mantenido ninguna relación con sus iguales, ha estado lejos de sus amigas y de sus compañeras del colegio. Lisa ha pasado demasiado tiempo viviendo experiencias virtuales a través de un juego online.
Lo que lleva de curso, no lo lleva nada bien. Está suspendiendo materias que en cursos anteriores se le daban bien. Cuando le pido que me cuente qué asignatura le está costando más, no duda su respuesta. Le acaban de dar la última nota de un examen de matemáticas y, en tono afectado, Lisa dice que no se entera de nada en clase. Sigo indagando sobre lo que puede estar pasando, le indico sí para la próxima vez que tenga clase de matemáticas puede escribir en una hoja una serie de datos. Lisa contesta sin dudar: “no creo que pueda hacerlo porque por las mañanas me duermo, sobre todo en clase de matemáticas, y no recuerdo nada de lo que ha pasado en clase”. Sigo indagando en el problema hasta que me cuenta que no duerme bien por las noches y se despierta dos horas antes de su hora de levantarse.
Había otro problema que Lisa quería contarme pero no podía verbalizar, le daba vergüenza. Para estas ocasiones, utilizo el dibujo como herramienta que les ayuda a expresar lo que les preocupa. Desde hace unos meses cuando Lisa sale a la calle, se siente observada por las personas que pasan a su lado. En el colegio, cada vez que un compañero se ríe piensa que se están riendo de ella.
En este contexto que Lisa describe, en el que no puede confiar, no se siente segura, percibe miradas, comentarios, risas dirigidas hacia ella, ¿por dónde empezamos, cómo ayudamos a Lisa y a su familia? Comenzamos con la devolución de la información al padre, que es el que acompaña a Lisa en las primeras sesiones, y también nos ponemos en contacto con la madre. Esta información inicial, con el fin de que puedan comprender por lo que está pasando Lisa, la acompaño con pautas de actuación que ayuden a Lisa a mejorar, entre otras cosas, el hábito del sueño. Planteados los objetivos que queremos conseguir en la terapia individual con Lisa, les explico por qué sería conveniente trabajar sesiones de terapia familiar. En este caso, la madre y el padre de Lisa están separados y mantienen una buena relación. Aunque cada uno tiene un estilo educativo distinto, están dispuestos a sentarse los tres en la siguiente sesión.